mucho gusto.

Idas y venidas de ideas en desorden.





Acurrucadito.

Cuando pisé el primer peldaño supe más o menos lo que me esperaba. Aquél olor a falso bosque de cedros y pinos y oyameles de limpiador barato inundaba el ambiente haciendolo casi irrespirable.

Encontré mi lugar y, tras organizar mi equipaje de mano, me senté.

Hice hacia atrás el respaldo lo más que pude antes de romperle las rodillas al pasajero o pasajera -nunca lo supe- que viajaba en el asiento detrás mío y cerré los ojos deseando profundamente que la película que estaban a punto de proyectar fuera, por lo menos, decente.

Abrí los ojos y luego la bolsita de plástico que contenía el refrigerio que me obsequiara una muy mal maquillada y anti coqueta recepcionista vestida con un uniforme que le hacía ver terrible y lucir unas piernas flaquísimas y sin depilar. Sus pelos se alcanzaban a ver detrás de las medias, como escondidos.

La botellita de agua se iría directo al posavasos y el sandgüich a la mochila. Pensé en escabecharmelo por ahí de las cuatro de la madrugada, cuando me pegara el hambre y cuando los sendos pastes de frijol con chorizo y de tinga de pollo que me receté antes de abordar hubieran sido digeridos.

Ruidos extraños, pasajeros entrando en el último momento antes de partir, escandalo en el patio de maniobras. Arrancamos.

En ese momento los monitores que colgaban perligrosamente del techo se encendieron con una mortecina luz azul que, en otra circunstancia, no me hubiera resultado tan de mal agüero. Con audífonos en mano -los del walkman- decidí esperar a que empezara la peli antes de hacerlos sonar con mis canciones preferidas a buen volumen. Estaba dispuesto a darle una oportunidad.

¿Cómo se llama este actor que hizo hace muchos años el papel de un marín gringo duchísimo en dar patadas y puñetazos y súper experto en armas de bajo, medio y grueso calibre (incluyendo bombas atómicas) que usaba el pelo largo engominadísimo peinado en una cola de caballo aunque estaba más pelón que Carlos Salinas?

Pues ese salió en la peli. Y claro, una güera despampanante de grandes tetas y nalgas perfectas que, además, era agente federal encubierto lo acompañaba en sus aguerridas y violentas aventuras.

No se por qué decidí ver esa película si sabía que iba a ser un asco. Antes de que terminara ya había echado totalmente hacia atrás el respaldo de mi asiento para acurrucarme y medio dormir. Despertaba una y otra vez, como inquieto y francamente incómodo hasta que el cansancio y el silencio me vencieron. Desperté algunas horas despúes sobresaltado por un correo de voz que llegó en el momento menos esperado del viaje y que me hizo sonreir el resto del trayecto.

Al bajar, una anciana de pelo esponjadísimo y rubio platinado alzaba en la mano el celular que había encontrado tirado en alguna parte entre su asiento y el baño y reclamaba al dueño su presencia para entregarle su teléfono. No supe si lo encontró. Al dueño.

Y ya, llegué.

gonX
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Siendo las 1:15 a.m., Blogger Miss Neumann dijo...

TE EXTRAÑE....    



Siendo las 12:04 p.m., Blogger Nacho dijo...

Steven Seagal    



Siendo las 3:19 p.m., Blogger Plaqueta dijo...

Es bien raro el placer que se experimenta viendo películas bien feas en los camiones. Por lo menos ya no tienen comerciales de "Vamos México" incrustados, así el goce es más "puro".    



Siendo las 9:21 p.m., Blogger Mr. gonX dijo...

Cyn: Lindísima.

Nacho: Ése, güey, ése.

Plaquette: No tenía comerciales de Vamos México, pero sí uno de esos videos que creo que se llaman "institucionales" loando las virtudes del camión y de la linea en la que viajaba. Digo, si ya uno está sentado en ese camión ¿pa qué promocionarlo?. Ah, y sí: gocé puramente la peli.    



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