mucho gusto.

Idas y venidas de ideas en desorden.





Como ejotito.

Mi primer examen de la secundaria fué un examen de matemáticas. De conjuntos.

La maestra que impartía esa materia, de quien muy prudentemente me olvidado el nombre, usaba un peinadito muy rarito como de tricornio renacenista que a veces se veía como el sombrero esse todo extraño que usaba Napoleón Bonaparte.

Era una mujer que sufría una paranoia cabalgante que seguramente era provocada por el continuo contacto con pubertos definitiva e irremediablemente pubertos. Además era la mejor amiga de la maestra de español -paranóica también- quien se parecía tremendamente con Chilli Willi, ese pingüinito culey y cínico que salía en las caricaturas del pájaro loco. En uno de sus múltiples afanes por corregir el rumbo torcido de la comunidad estudiantil de aquel entonces, la mentada maestra de matemáticas salió con una genial idea: cubrir con diurecs el resultado de cada ejercicio o problema, quesque para evitar que uno lo alterara despúes y argumentara que se merecía una calificación mayor a la puesta. A lo mejor la maestra de marras no solo estaba trastornada por culpa de los púberes, sino que tal vez tambien era cocainómana -por eso de la paranoia-.

Empezó el examen justo a tiempo. Duró exactamente cincuenta minutos desde que puse mi nombre arriba de la hoja de papel tamaño esquela cuadriculada con cuadritos de los chiquitos hasta que pegué el último trozo de diurecs sobre la hoja de papel tamaño esquela cuadriculada con cuadritos de los chiquitos.

Ese mismo día entregó los examenes calificados puesto que era la asesora del grupo.

Yo, confiado y con una estúpida sonrisita en la cara, recibí el examen tachoneado, rayoneado y marcado con lapiz rojo por todos lados.

Mi primer examen de la secundaria, un examen de matemáticas -de conjuntos- lo reprobé como ejotito.

"Y firmado por sus papás para mañana".

gonX
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